El proyecto aborda dos desafíos clave: integrar la edificación con el entorno natural y proporcionar vistas panorámicas desde todas las áreas interiores. Para lograr esto, la vivienda se sitúa a la altura de las copas de los árboles, a pesar de la complejidad que implica esta decisión en términos de integración paisajística.

La casa adopta una forma de nave diáfana con una cubierta a dos aguas, conectada al terreno a nivel cero, pero elevada mediante una estructura de acero. Materiales como el hierro y la madera natural armonizan con el entorno. La zona inferior alberga un espacio versátil con trastero, taller y terraza de verano.

La distribución interior se basa en espacios abiertos y permeables que se relacionan con el paisaje. La nave se divide en seis zonas mediante gruesos tabiques que no llegan al falso techo y que definen los diferentes usos del programa de la vivienda. La primera de las seis zonas, a cota del terreno, es exterior y es un garaje para dos coches. La segunda, ya en el interior de la vivienda, recoge un distribuidor que conduce a un baño de invitados y al estudio y dormitorio ocasional. Las zonas tercera y cuarta, en el centro de la nave, abarcan cocina, comedor y sala de estar. La quinta integra el dormitorio principal en suite y por último, la sexta zona comprende los dormitorios infantiles con su zona de juegos o estudio y su baño compartido.

La iluminación indirecta, la cuidadosa elección de materiales y la integración con el entorno son características fundamentales de este diseño.

Recibe el primer premio en la entrega de premios 8ª edición piam (premio internacional de arquitectura matimex) cuyo tema era «la vivienda unifamiliar. el futuro es hoy». Julio de 2022.